Es que hoy he estado muy reflexivo y un poco nostálgico. Pues ayer estaba leyendo las noticias y me encontré con esto: “Muchos adultos mayores son maltratados en sus hogares o abandonados en las calles. Algunos, son dejados en hospitales y clínicas de la ciudad, y nunca regresan por ellos. Alberto García con 67 años, por ejemplo, no corrió con la misma suerte de William. Se dedica al reciclaje y vive en una habitación en situaciones precarias en la Comuna 13, sin apoyo de su familia.

Si en la sociedad de hoy, la vejez significa soledad, desamor y maltrato ¿para qué queremos llegar a viejos?. Se dice que la plenitud de la vida es la vejez, pues en ella conjugamos la sabiduría vivida, la experiencia y la madurez, entonces ¿por qué abandonamos a nuestros viejos?

El derecho a una vejez digna es garantizar la conservación de la sabiduría de las tradiciones ancestrales y por supuesto de nuestra memoria.

¿Qué esta pasando con los dineros públicos destinados para esta población? es una pregunta que me quedó después de leer este artículo. Así que me vine a recorrer las calles y a conversar con personas adultas mayores y poco a poco les fui preguntando qué les falta para tener una vejez feliz y me fueron diciendo que una pensión acorde a sus necesidades, que espacios para el sano esparcimiento y recreación, que compañía, que un empleo que les permita estar ocupados….. bueno un sin fin de necesidades.

Pero la que más me llamó la atencion fue la respuesta de: ME FALTA AMOR Y COMPAÑÍA, dos necesidades básicas que vienen del hogar; ese que ellos por muchos años llevaron en sus hombros para “sacar la familia adelante”, como dice el dicho. Hogares que construyeron con sus manos campesinas, con madrugadas y trasnochos, bajo el sol y la lluvia y muchos de ellos con hambre para que sus hijos pudieran comer.

Esta vez les quiero proponer que autoreflexionemos, si en nuestro hogar, le estamos negando el derecho a una vejez digna a nuestros padres y abuelos. Cada vez que llegamos a casa y no los saludamos, cuando no les damos un abrazo y les decimos que los queremos, cuando no ayudamos con su movilidad, cuando no los tomamos de las manos y los invitamos a pasear por el barrio y a tomar el sol. Cuando no escuchamos con atencion sus memorias, historias y hasta sus tristezas.

Que a partir de hoy el derecho a una vejez diga empiece por casa, con esas acciones cotidianas de amor. Recuerden que todos nos vamos poniendo viejos.


Leo Buenafuente de La Calle – Editorial de La Esquina Radio para el Noticiero La Devuelta

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