Cuenta nuestra historia que el 07 de agosto de 1819 se libró la Batalla de Boyacá, suceso que generó como resultado la independencia de la Gran Colombia, que, para aquella época, se encontraba conformado por los territorios que actualmente ocupan los países de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, y que, luego de esto, terminan su proceso de separación por naciones para el año de 1930.

Si bien nuestros libertadores, aquellos próceres de ese entonces, nos dejaron un legado basado en la libertad y la exigencia de nuestros derechos que para aquel momento estaban bajo el yugo del imperio español, esta historia de libertadores también ha desconocido a esas otras personas que entre espadas y mosquetes pusieron sus cuerpos y vidas en la batalla, hombres y mujeres negras, indígenas y mestizas, héroes y heroínas que nadie reconoció y que un mismo pueblo olvido.

Hoy más de 200 años después del final de aquella batalla, por todo nuestro territorio nacional, por cada espacio rural, en cada una de nuestras esquinas urbanas, otras batallas se siguen librando a cada minuto, en el trasegar de cada día cargado de necesidades para aquellas ciudadanías de a pie que no necesitan estar frente a una corona para continuar viviendo vulneraciones directas y profundas a sus derechos.

Esta nuestra propia batalla, un homenaje que busca contar la realidad de nuestras calles, de nuestros barrios, la realidad que enmarca todo un país donde hoy más del 60% de su población vive en la pobreza o como solemos llamarla para alivianar el golpe, en la lucha personal de esas batallas cotidianas que se deben librar todos los días para llevar el alimento a la mesa y un poco de dignidad en el corazón en medio de este yugo que nos sigue esclavizando desde su sistema excluyente y cargado de favoritismos.