
Por más de 22 años, las familias y mujeres buscadoras del colectivo Mujeres Caminando por la Verdad han recorrido un camino de lucha incansable tras los pasos ausentes de sus seres queridos, víctimas de desaparición forzada en la Comuna 13 de Medellín. Desde el inicio, señalaron La Escombrera, en la parte alta de la comuna, como un lugar de silencios impuestos. Dijeron, con la certeza que solo da el dolor, que bajo esa montaña artificial de escombros y olvido yacían respuestas que el país se ha negado a escuchar. No estaban equivocadas. No estaban “locas”. Hoy, sus voces resuenan con más fuerza, recordándonos que la memoria siempre encuentra caminos para abrirse paso.
Los recientes hallazgos de restos humanos en La Escombrera no solo confirman lo que las familias buscadoras han sostenido por décadas, sino que avivan la esperanza de que la verdad, esa verdad que ha sido soterrada tantas veces, finalmente vea la luz. No es una esperanza ingenua ni pasiva. Es la certeza de que cada hallazgo es una prueba irrefutable contra el olvido y un llamado urgente a seguir exigiendo justicia. La desaparición forzada dejó heridas que Medellín ni el país pueden ignorar, y estas familias y mujeres buscadoras, con su insistencia, nos han enseñado que el amor es también una forma de resistencia.
Desde La Esquina Radio hemos acompañado esta búsqueda, como un imperativo ético por hacer memoria, irradiando las voces y el caminar de las familias y mujeres que se niegan a rendirse ante la indiferencia. Les hemos acompañado en las calles y en los parques, en plantones donde la memoria se convierte en acto de resistencia, donde el silencio se rompe con los nombres de quienes siguen desaparecidos y con la pregunta que aún exige respuesta: ¿dónde están? Seguimos aquí, porque la radio comunitaria es también un espacio donde la verdad se nombra, se escucha y se defiende.
Las personas que aún faltan por encontrar nos recuerdan que la deuda sigue abierta, que la justicia no puede ser selectiva y que la búsqueda no termina con un hallazgo, sino con el reconocimiento pleno de lo ocurrido. La tierra ha hablado. Ahora le corresponde a la sociedad y al Estado escuchar, responder y garantizar que el silencio nunca más sea una condena impuesta sobre la memoria.
