Han pasado siete años desde la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las extintas guerrillas de las FARC y para el municipio de Briceño han sido siete años de transformación, de hacer posible otras historias, unas que resuena hoy entre los caminos de sus veredas.
Briceño, un municipio del norte antioqueño, ha vivido en los últimos siete años una transformación que se siente tanto en sus paisajes como en las voces de sus habitantes. Hoy, entre los caminos de sus veredas, resuenan historias de esperanza y reconstrucción que parecían impensables en un pasado reciente, cuando la violencia y el abandono del Estado eran las únicas certezas de quienes habitaban este rincón de Colombia.
Hace poco más de una década, era uno de los lugares más afectados por el conflicto armado colombiano. Según informaron agencias internacionales como EFE, el municipio estaba marcado por su difícil acceso: una carretera de tierra que lo conectaba con el resto del país, y un territorio plagado de minas antipersona, que convertían cualquier desplazamiento en un acto de valentía. En las noticias de entonces, Briceño aparecía como un símbolo de la Colombia olvidada, donde el Estado estaba ausente y el dolor del conflicto se vivía de manera diaria.
Richard Patiño, líder social y comunitario, recuerda cómo, en los años de mayor violencia, los enfrentamientos armados eran constantes, y las minas, las bombas, y el miedo marcaban la vida cotidiana de la población. “De 2014 a 2015, hostigaban el comando de manera continua, y eso nos afectaba a todos. Aquí, incluso, hubo minas y bombas, y había territorios donde no se podía transitar”, relata Richard.
Las huellas del conflicto armado aún son visibles en la región. La carretera que une a Briceño con el resto del país sigue siendo estrecha y destapada, una metáfora de las cicatrices que aún laten en la memoria colectiva. Pero más allá de la tierra rota, la naturaleza de Briceño se erige como un testigo de resistencia. En su reserva natural, entre montañas que parecen imbatibles, la fauna y la flora siguen floreciendo, recordando la vida.
Hoy esa misma carretera trae otros sonidos y otras historias a Briceño. Como que los conductores de los buses y las escaleras paran en la vía para coger las guayabas maduras de los palos, sin miedo a ser atacados. Y es que después de la firma del Acuerdo de Paz, Briceño se convirtió en un municipio piloto para implementar proyectos de paz y reconciliación.
Un cambio de rumbo
Si algo caracteriza a Briceño hoy es su capacidad de transformación. La firma del Acuerdo de Paz entre el gobierno colombiano y las extintas FARC en 2016, marcó el comienzo de una nueva etapa para este municipio. Desde entonces, el gobierno colombiano y diversas organizaciones internacionales han invertido en proyectos de paz, reconciliación y desarrollo en la región.
John Javier Sucerquia, director de la Unidad de Paz y Posconflicto en Briceño, destaca con orgullo los avances logrados desde 2017, cuando el municipio fue incluido oficialmente en los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial -PDET. “Desde el decreto 893 de 2017, que nos inscribió como municipio PDET, se han ejecutado diversas obras de infraestructura, como la construcción de casetas comunitarias en diferentes veredas, mejoras en acueductos, centros educativos, y canchas polideportivas”, explica. Según su informe, más de 19 obras se han realizado en los últimos años, con una inversión aproximada de 22 mil millones de pesos.
Centro de Desarrollo Infantil Madre Laura
Entre los logros más destacados está la construcción de un aula de dos pisos en el Centro Educativo Rural Moravia, y un centro integrado comunitario en Las Auras, así como el mejoramiento de acueductos en zonas como El Gurrí y Las Rodríguez. Richard Patiño, por su parte, menciona cómo estas obras han traído una mejora palpable en la calidad de vida de las personas. “El Gurrí, Las Rodríguez, El Polvillo, todas estas veredas ahora tienen acceso a agua potable. Las casetas comunales han permitido que las comunidades se organicen, que se encuentren y trabajen juntas”.
Caseta del progreso
Uno de los mayores cambios que se han vivido en Briceño es la participación activa de las mujeres y los jóvenes en la vida comunitaria. En la vereda Moravia, una de las 35 que conforman el municipio, un grupo de mujeres se ha organizado para trabajar por su comunidad. Hace unos años, pensar en una organización de mujeres en la vereda era impensable. Hoy se reúnen para celebrar lo que han logrado, para planear el futuro”. Aunque no mencionan con frecuencia el doloroso pasado, prefieren hablar de lo que han alcanzado y de las oportunidades que se abren para ellas y para sus hijos.
La recuperación de la confianza es otro de los logros más importantes. “Lo que hemos logrado no es solo el mejoramiento de infraestructuras, sino también la restauración de la confianza en la paz. La resiliencia de la gente de Briceño es impresionante. A pesar de todo lo que hemos vivido, seguimos creyendo en la paz”, afirma John Javier Sucerquia.
El municipio de Briceño, fundado en 1980, sigue siendo uno de los más jóvenes de Colombia, y su nombre, derivado de la palabra “brisca”, que significa fuerte o valiente, parece reflejar el carácter de su gente. Aunque el camino hacia la paz es largo y lleno de desafíos, los habitantes de Briceño han demostrado que, incluso en los territorios más golpeados por el conflicto armado, la esperanza y la transformación son posibles. Entre las viejas rutas del conflicto armado, hoy se escuchan otras voces: las de un pueblo que, paso a paso, va reconstruyendo su historia, y con ella, el futuro de un país entero.
Briceño no es solo un lugar en el mapa, es un símbolo de lo que puede lograrse cuando la gente decide apostar por la paz.
Reporteros comunitarios del municipio de Briceño
Anji Alejandra Mazo Zapata
Edilberto Agudelo Arenas
Emisora comunitaria Briceño Stereo

Por una comunicación para la paz


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