Entre sabores del mar y huellas de dignidad

En una esquina de Antioquia, aunque no parezca, el mar tiene un sabor especial, sabe a sopa de pescado en la plaza de mercado, a un almuerzo donde La India, a coco recién bañado de panela, a coctel de camarón con galleta de soda, sabe a agua salada y dulce que baña sus playas, sabe a yuca blanquita y a maíz tierno. Aquí, en esta esquina del mar, la dignidad tiene historias y voces que la cuentan.

Necoclí, se siente como una gota traviesa de sudor bajando por la frente mientras el sol inclemente te tuesta la piel.

Esta tierra huele a la sal del Mar Caribe y a la dulzura del río Atrato, que cuando unen sus aguas llenan de riqueza un lugar que suena a bullerengue, un baile cantao que guarda la esencia de la historia africana a través de sus tambores; que suena a vallenato, que en las calles se mezcla con la champeta, el dembow y las motos que pitan mientras van y vienen.

Por su ubicación geográfica, Necoclí, ha sido un territorio en constante disputa, esto ha generado que diversos grupos armados tengan incidencia en la vida de la población. Algunos medios de comunicación lo han reportado, como lo hizo Rutas del Conflicto con la masacre ocurrida el 22 de marzo de 1990, de la cual fue responsable el grupo paramilitar bajo el mando de los hermanos Castaño. Allí perdieron la vida Miguel Rostán, Manuel Basilio, Marcelino Hernández y José Basilio asociados al Frente Popular, un movimiento político del Partido Comunista colombiano.

Como este caso, son varias las muertes que el conflicto armado ha dejado a su paso por Necoclí, una tierra que en sus entrañas carga con heridas que no terminan de cerrar, pero que todos los días sanan un poco gracias al bálsamo de la resiliencia tan fuerte y caudalosa como los ríos que a su paso bañan al Urabá y finalizan en el mar.

Entre los olores y sabores que trae el mar y el río, en Necoclí se han vivido los diversos procesos de paz a lo largo de la historia de Colombia. Su gente sabe que a partir de cada uno de ellos se han generado programas y proyectos que dan respuesta a las necesidades y problemáticas que se presentan en ese momento. Uno de estos procesos, es el Acuerdo de Paz firmado en 2016 entre el Estado colombiano y las FARC, con el que nacen los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial -PDET-, una esperanza de transformación para los municipios más afectados por la violencia, la pobreza, debilidad institucional y economías ilícitas.

A través de este Programa, según líderes del Grupo Motor de los PDET, se han desarrollado obras para el mejoramiento de corredores viales en los corregimientos de Pueblo Nuevo y Mulatos, así como la pavimentación de la vía San Sebastián, Mellito, Changas y Piedrecitas, Guacamaya y Garitón.

PDET para la vida

Pero la llegada de los PDET al territorio necocliseño no sólo han mejorado las vías, ha sido un soplo de vida digna para muchas familias. En Colombia la dignificación de la vivienda es una lucha histórica, dependiendo de los contextos el significado de lo que es digno puede ser variado, pero en realidad, cuando se piensa con más calma se llega a un punto en común, dignificar la vida no solo es suplir las necesidades básicas de manera satisfactoria y suficiente, es un derecho que pasa por las condiciones del lugar que habitamos, por el bienestar propio. Por eso la construcción de unidades sanitarias familiares, en la mayoría de las veredas del municipio, ha contribuido a dignificar la vida.

Tener un lugar digno para habitar es la búsqueda permanente, que en ocasiones lleva toda la vida, de muchas familias. El proyecto de unidades sanitarias ha contribuido a mejorar los entornos, la calidad de vida de las familias, y ha logrado acabar con viejas discordias entre vecinos. Ahora las familias esperan soluciones para la dificultad de la escasez de agua en tiempos de sequías, un factor importante para el funcionamiento de las unidades sanitarias.

Antes de la construcción de las unidades sanitarias, las familias en las zonas rurales se veían obligadas a realizar sus necesidades fisiológicas en el monte o predio aledaño, generándose problemas de salubridad y conflictos entre vecinos. 

En la vereda Buenos Aires, Blanca Nieves manifiesta estar muy satisfecha por tener una unidad sanitaria en su casa.

María Eloísa Pérez de la vereda La Escoba comenta que se siente más cómoda y segura, ya que no tiene que salir a campo abierto en medio de la noche o de la lluvia y arriesgarse a una picadura de serpiente.

Pensar en el mar que riega las playas de Necoclí, hace que se invisibilicen otros aspectos como que, a su vez, también es habitado por campesinos e indígenas, dos realidades que no se pueden dejar de lado y que permiten pensar y ver el municipio como un país chiquito, un país que es diverso, multiétnico y pluricultural. 

Hoy Necoclí, como el Mar Caribe y el río Atrato, se mueve, trae otras historias, otros sabores, olores y sonidos que van llenando las calles, las playas, los campos y quiénes en él habitan. Van refrescando ese bálsamo de resiliencia que siempre ha caracterizado a su gente. Aquí, en esta esquina del mar, la dignidad seguirá teniendo voces que cuentan su historia.

Reporteros comunitarios del municipio de Necoclí

Andrea Villalobos Palacio

Paula Bojacá

Agustín Esquivel

Andrea Villalobos

José Bustamante

Emisora comunitaria Necoclí Stereo

Por una comunicación para la paz

Este producto fue realizado con el apoyo del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para la paz en Colombia. Las opiniones y planteamientos expresados no reflejan, ni comprometen la posición del Fondo.

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