Por primera vez en décadas, podría decir que desde los años 40 del siglo pasado, el Museo está por fuera del encuentro diario con el centro y las comunidades. Eso nos hace sentir un poco perdidos. Nos imaginamos las calles vacías, las carreras desoladas, los niños sin nosotros, los que viven en la calle, los que sienten el amparo en el deambular. Y hoy el panorama invita a quedarse quietos, lo cual no parece viable para este centro, corazón acelerado de Medellín. La Plaza desolada, el gigante Palacio en reposo, si pensaran, si pudieran hablar, tal vez no quiseran este tipo de mutismo.
Mientras tanto, mientras todo gira en silencio y se siente acallado, volvemos a algunos de nuestros vecinos más queridos: las mujeres. Ellas trabajanado junto a nosotros, como esfinges al lado de las que el arte glorifica, con su vida y sus voces, sus testimonios y sueños nos han cambiado y han cambiado a nuestra institución. El Museo, que se designa como si fuera un contenedor de lo masculino, a través de ellas ha cambiado y entre algunos es más bien una Musea. La Musea.
Una Musea es una mujer, creadora, creativa, vientre de transformación y acojida. Hemos abierto nuestras puertas haciendo del edificio una semilla y de la colección el entorno fértil. Nuestro diario vivir, donde sea que estemos, igual que lo femenino, está puesto en la siembra y en lo común como forma de poner en la tierra la cosecha que es una forma de estar juntos en forma diferente, pero en el ritmo diario de los días.
Hemos vivido desde muchas acciones: una bibioteca abierta, la consentida y sus curadurías, la esquina y las noches de canciones y vida, los tendederos de ropa y una huerta en la calle. Seguiremos activos en esta forma de cocinar la vida desde el cuerpo, la vida y el arte. Mujeres guerreras, empoderadas, arte y creación.
Por María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia. Espacio de opinión para el Noticiero La Devuelta