Hoy trasladamos estas preguntas al país: ¿Qué perdería Colombia si la radio comunitaria dejara de sonar? ¿Qué pasaría en Putumayo, Montes de María, Belén de los Andaquíes, San Pedro de Urabá, Barranquilla, Anorí y en cada uno de los municipios donde hay radios comunitarias? ¿Las voces de quiénes dejarían de sonar? ¿Las memorias de quiénes no tendrían eco? ¿Qué relatos nos determinarían?
No es una pregunta retórica
Nos hacemos estas preguntas porque son fundamentales para hablar de la relación entre la radio comunitaria y la memoria. Cuando en Nechí Stereo, en el Bajo Cauca Antioqueño, Marisela Mejía, víctima del conflicto armado y lideresa social, cuenta su historia y cómo ha gestionado mejores condiciones para el barrio donde otras víctimas como ella continúan sus vidas, es una decisión política. Su relato no sólo visibiliza una experiencia individual, sino que aporta a la construcción de una memoria colectiva que hacemos pública a través del dial.
Así, las emisoras comunitarias, como procesos colectivos, somos un actor en la disputa por la memoria, en la disputa por el relato con el que nos definimos como sociedad. Como cualquier medio de comunicación, inscribimos en un contexto público las decisiones de las personas sobre sus relatos del pasado, sus maneras de comprenderse en el presente y de relatarse hacia el futuro.
Un proceso permanente de memoria
Ahora, las radios comunitarias no solo somos vehículo en la transmisión de la memoria, también la gestionamos a partir de nuestros procesos de comunicación. A través de colectivos de comunicación y de la construcción de narrativas participativas que superan la inmediatez para darle lugar al encuentro, a la reflexión, al silencio, a la escucha. Generando así un proceso permanente de memoria, tanto en la creación comunitaria del relato como en su transmisión, lo que nos hace una experiencia que en sí misma es un repositorio natural de las memorias comunitarias. Narrativas que se encuentran registradas en documentos sonoros, que constituyen un relato polifónico de Colombia y que contribuyen a la generación de conocimiento y a la comprensión de lo ocurrido.
Sin importar el lugar donde estemos, como radios comunitarias estamos convocadas a formar ciudadanías memoriales, es decir, ciudadanos capaces de comprender cómo las personas asumieron el pasado, por qué decidieron relatar esas experiencias y no otras, cómo logran sobreponerse y su relación con el presente. Pensarnos como proceso de memoria, y no solo como vehículo, abre la posibilidad de entender que, en cada relato existente en nuestras radios, gestado desde nuestros procesos comunitarios, hay un conocimiento de la vida que se materializa y fortalece la democracia. Es una oportunidad para comprendernos como sociedad y convocarnos a la solidaridad.
¿Cómo proteger esta memoria colectiva?
Mientras existamos, en una vereda, en la zona urbana de un municipio o en un barrio de ciudad capital, las personas tendrán la posibilidad de escucharse unas a otras y de escucharse a sí mismas, de escuchar sus propias memorias al aire.
Hay preguntas que todavía quedan por responder: ¿Sabes qué está pasando con los archivos sonoros de las radios comunitarias? ¿Crees que se están gestionando y protegiendo como deberían? ¿Qué memorias crees que conservan sobre nuestro país? Tu voz es clave para reflexionar sobre esto y garantizar que la memoria construida desde la radio comunitaria siga resonando. Cuéntanos en los comentarios qué piensas. ⬇️
* Según MinTIC en Colombia hay 625 emisoras comunitarias.
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